Manuel Rivera es un artista granadino del siglo XX (Granada, 1928 - Madrid, 1995). Según
nos estuvieron explicando, Rivera toca desde la abstracción en Europa y en
Estados Unidos hasta el expresionismo.
En la primera parte de la exposición podíamos
admirar sus primeras obras (1946-1956).
Paisajes como Lanjarón son obras más figurativas que las últimas que llegan a
ser abstractas. Al mismo tiempo da paso a un dominio de juego de luces.
En el primer cuadro que vimos, se reflejaba el
hermoso paisaje de Lanjarón. En esta obra Rivera quiere dar protagonismo al
castillo que está en primer plano con claros oscuros. Es un paisaje por lo tanto detallista y muy figurativo como
antes he mencionado.
A continuación una segunda obra de carácter arquitectónico nos muestra la
aparición del expresionismo. Poco a poco el detalle no es tan importante y los
colores se convierten en planos y las figuras se simplifican.
El tercer cuadro de esta sala nos recuerda bastante
a las pinturas rupestres, ya que aparece en él un toro rojo. En este cuadro es
interesante el tema del color (rojo) que hace que nos transmita varias cosas
como el peligro, la sangre, etc.
Han pasado ya 7 años desde el primer cuadro y nos
encontramos con un cambio de estilo y de paleta. Rivera sigue trabajando con el
paisaje (tierra roja). Juega con los planos, los volúmenes, las líneas y las
curvas. Intenta encontrar una forma de
expresarse de una forma real pero no naturalista.
En los siguientes cuadros (5,6,y 7) parece tener una
atmósfera de una calle, como si hubiera edificios. Estos cuadros son ya
abstractos o quizás figurativos ya que interpreta cosas de la realidad. Rivera
da nombre de Albaicín a esta serie de cuadros.
Los cuadros 8,9 y 10 claramente ya son abstractos,
es decir, sin representación ninguna de la realidad. Esta serie de cuadros hay
que verlos más con sensaciones. En ellos hay un informalismo de composición,
soporte, material, texturas, etc.
Más adelante subimos a una segunda sala donde nos da
paso a un nuevo concepto de pintura. Rivera nos sorprende con nuevos materiales
abandonando en cada una de estas obras la pintura. Ahora trabaja con el metal,
el alambre y las mayas metálicas, dando paso a obras mucho más interesantes y
dinámicas.
En esta sale se puede diferenciar tres grupos en
función a sus obras:
1. Huecos,
profundidad y sombras.
2. Compactos
y no con tantos huecos.
3. Soporte,
encima la maya metálica y aparición de un color, el rojo.
Lo que Rivera hace en estas obras es construir el
cuadro sobre los bordes o marcos de este, y partes con otras. El cuadro está
separado a cierta distancia de la pared
para que el cuadro de alguna forma respire. Se puede jugar con la profundidad,
dando lugar a sombras que salen del cuadro.
En el primer grupo, hay distintos planos de
profundidad, a diferencia que los otros que es solo una maya metálica.
Una tercera sala se une a la anterior. Dos cuadros
que están expuestos erróneamente. Se encuentran metidos en una especie de cajón
donde las sombras casi no se ven.
La cuarta sala, un piso más arriba, las obras
aparecen con distintos soportes, huecos y lienzos, madera y hierro y toques de
color en los lienzos. Para mí una de las salas más interesantes. Aquí comienza
una bidimensionalidad y tridimensionalidad en la obra dando un efecto vibrante.
La superposición de los trozos de mayas hace que
aparezcan más opacas. Y las telas recuerdan a las telas de araña, nidos, etc.,
y por lo tanto tienen un sentido orgánico sin serlo.
El formato cambia de tamaño. Aunque todos los
cuadros de esta sala reciben el mismo título “Metamorfosis”, tienen subtítulos
como Oráculo, Espejos, etc.
La quinta sala y última, pertenece a las obras de
José Guerrero, (Granada,
1914 - Barcelona, 23 de diciembre de 1991) tiene cuadros
figurativos y de colores estridentes y llamativos y más adelante cuadros
abstractos.
En el primer cuadro donde se ve reflejado un
entierro, parece estar partido en cuatro partes. En el cielo dos figuras
extrañas, una redonda podría ser la Luna o el Sol pero debido a su color rojo,
verde y azul no lo vemos claro. La otra figura, parece una especie de pájaro o
fénix que podría tener relación con la encarnación, ya que el fénix renace de
sus cenizas. Unas mujeres de luto delante de una pared contemplan el cadáver
tendido en el suelo.
El segundo cuadro, también figurativo y
paisajístico, es de un atardecer de Roma, donde se puede ver toda la ciudad
desde el balcón. La forma de pintar es a cachos o partes, es decir, a planos.
Matisse es una influencia para José Guerrero
observando sus obras.
El siguiente cuadro llama la atención por su color
amarillo. Los grises y el color violeta parecen suavizar los tonos al lado del
amarillo. Una mancha negra fluye en el centro del cuadro hacia fuera.
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